miércoles

Cultura - El museo del Qoricancha


 MUSEO QORICANCHA.

Fue unos de los más venerados y respetados templos de la ciudad, llamado el "reconto de oro", era un lugar sagrado donde se rendía pleitesía al máximo dios inca: el INTI, por lo que sólo podían entrar en ayunas, descalzos y con una carga en la espalda en señal de humildad.

El frontis fue un hermoso muro proveniente de la más fina cantería, decorado únicamente por una banda continua de oro puro de una palma de alto, a tres metros del suelo, y un techo de paja fina y delicadamente cortada. En uno de los bloques de la segunda hilada se observan tres agujeros que pudieron ser utilizados para evacuar las aguas de las lluvias del patio interior, o como salida de la chicha que se ofrecía como ofrenda.

La primera que estaba junto a Intipampa, contenía los edificios principales del culto al Sol y a otros dioses del panteón Inca; mientras que en la segunda hilada,  ubicada frente a esa plaza se veneraba a Punchao, (una representación del Sol que consistía en una estatua de oro puro de la altura de un niño de diez años) que permanecía allí durante el día, y en la noche era llevado a la plaza para su veneración.


 El ídolo "dormía" acompañado por numerosas ñustas en una edificación vecina, fuera de la cancha, para luego ser devuelto a su lugar inicial por la mañana. Según el cronista Juan Diez de Betanzos se construyeron, por lo menos, dos canchas hacia el fondo de la parcela, una detrás de la otra, y quizá otras más pequeñas para funciones de servicio que no se han conservado. Cabe resaltar que en el lado oeste de la cancha principal existían dos edificios medianos techados a dos aguas, y en el lado este, otros dos más pequeños con el mismo techado.
El Koricancha no sólo albergaba los principales dioses del panteón inca, sino que tenía una proyección mágico-religiosa, cuyo el fin era el de sacralizar la geografía del Tahuantinsuyo. Por ello, del centro de la cancha principal, inticancha, partían los ceques, que son las líneas virtuales que comunicaban el templo con los espíritus que moraban en las montañas (apus), ante quienes, aún los poderosos incas, inclinaban su cabeza.
Sobre los ceques, que podían extenderse hasta veinte kilómetros, se situaban, con minuciosa exactitud en el alineamiento, numerosas huacas, que también servían para el contacto con los Apus. En el museo del Sitio se exhiben fragmentos y cerámica del periodo Inka así como muestras de metalurgia, textilería, pintura, escultura, instrumentos de música, etc.
También presenta una maqueta de lo que pudo haber sido el Qoricancha. Se observa en él réplicas de los objetos encontrados en la excavaciones realizadas en el lugar, muestras de ceramios, piezas líticas, de los periodos Preinca e Inca.


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