miércoles

Crónica - CONFESIÓN FINAL


¡Se acabó!... Y no sé que será de mí. Me consoló mucho saber que otro tanto de universitarios de distintas carreras sienten lo mismo cuando están egresando de esta tricentenaria casa de estudios llena de cosas buenas y malas. Es cierto lo que dijo mi papá cuando yo tenía 12 años: la universidad es el reflejo del país, es como un pequeño Perú, con todos sus detalles (problemas, burocracia, y la infaltable corrupción).

Durante toda mi corta vida, he experimentado que cuando uno está ad portas de concluir algo que le ha costado mucho esfuerzo, uno se siente orgulloso, se llena de satisfacción y además, la ilusión y la tranquilidad lo deja dormir en paz. No sé que ocurre ahora después de 5 años de asistir a estas aulas universitarias y estar a punto de acabar la carrera que con tanto cariño elegí , no es ese mi sentir. Paseando por los pisos de mi pabellón me pregunto qué es lo que ocurre, o será que no cumplí con el requisito importante para llenarme de orgullo y satisfacción por lo logrado ¿no me ha costado esfuerzo acaso?


Mirando las carpetas, lamento las veces que perdí clase por entretenerme en otras cosas, lamento más las ocasiones que con mucha suerte coincidí con un buen docente, pero mi incapacidad para mantenerme atenta ante indicaciones y lecciones, me hicieron divagar, ¡sabrá dios en qué! Sólo sé que cuando reaccione, el profesor, ya había dicho lo más importante. Me pesan los trabajos facilistas que presenté por salir de la situación. Siento aquellos cursos aprobados con notas austeras.

Más duro es pensar que escogí la peor carrera, no la más complicada. Un médico, comete un error, y desgracia a una persona. Un docente, comete un error, y desgracia una promoción. Un comunicador, comete un error, y desgracia a una sociedad.

Hay muchas cosas detrás de un sólo comentario en medios, no es hablar por hablar no es escribir porque sí. Uno debe tener mucho cuidado, tino, preparación, cultura etc. para ser periodista. Nunca olvidare lo que dijo el profesor Adrian Gonzales, alguna vez (que por suerte no me distraje y alcance a oír) “un periodista es un océano de conocimientos …con un centímetro de profundidad”. Todos en clase nos reímos, pero es cierto. Mientras el resto de profesionales saben mucho de un solo tema, el comunicador al menos como base, debe de saber un poquito de todo, sumarle a eso un grado importante de responsabilidad en sus opiniones, el tino suficiente para manejar situaciones de conflicto, bordeando una posible solución, sin ser parte del problema, la ética y la deontología etc. (Conceptos que ni leyendo y releyendo, logre comprender, sólo memorizar).

Ser periodista comprende una responsabilidad importante con la sociedad. Ser un buen periodista significa una responsabilidad gigantesca con uno mismo.  Es así que debo confesar, a mis 10 semestres académicos, que no me siento en la capacidad de asumir dicha responsabilidad.

Ahora sé que es lo que lamento más: no haberle hecho caso a mi corazón de veterinaria y haberme dejado llevar por algunas ideas de publicista: lo único que conseguí es ser una periodista, por obligación.

A mis compañeros, a los pequeñitos (semestres menores) a aquellos que llevan el periodismo en la sangre, me gustaría pedirles que no se dejan abatir por nada, decirles que no cometan mi error.

Háganle frente a los problemas de nuestra sociedad, con nuevas ideas, alternativas de solución, y usando adecuadamente los medios de comunicación “masivos". Demuestren que son el verdadero cuarto poder.

Por Luciana Torres Caballero

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