Cada semestre, la ciudad universitaria de Perayoq se regocija en una fiesta casi comparada a la vivida en los mundiales del "deporte rey", pues las facultades antonianas se enfrentan unas a otras en las disciplinas deportivas de vóleibol, básquetbol y fútbol con el objetivo de obtener el triunfo y alzar la copa al término del campeonato.
Los jugadores de los equipos tratan de dar lo mejor de sí, pero necesitan de un respaldo incondicional que los impulse a seguir, el cual se ve reflejado en el apoyo de su fanaticada o hinchada, alumnos o simpatizantes que los alientan y también hostigan a sus adversarios, burlándose o lanzando improperios que consigan distraerlos o alterarlos (para diversión de los demás espectadores).
Los banderines, las camisetas, los cánticos, la mascota, los rostros pintados, el bombo, los globos (aprovechando los carnavales) y las agresiones verbales son infaltables y al mismo tiempo forman parte de este variopinto espectáculo que los estudiantes dedican a la barra contraria.
Cada mate, canasta o gol es celebrado por la fanaticada que quedará afónica al final del partido (si apoyó lo suficiente) y demuestra que puede ser un momento en que el “cachimbo” y el “dinosaurio” olviden sus diferencias y se unen para alentar bajo un mismo canto a su equipo. Es uno de esos momentos en que nos damos cuenta de que somos parte de una gran familia, la familia antoniana.
Por Rosalyn Medina
Fotos de Jenny Santoyo
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