viernes

Día día, incomodidad constante

Grissa Farfán Villena
Lunes, primer día de la semana, desperté con esos rayos de sol que entraban en mi habitación; eran las 5:45 de la mañana  y empecé alistarme para ir a la universidad.
A  las 6:30 am, estuve  en el paradero;  eran las  6:47 am  seguía  esperando  y ninguna unidad de la empresa de transporte Imperial se detenía. Desesperada  por llegar temprano a mis clases de las 7:00 am, subí a una combi que no estaba llena.
En el transcurso de la de la ruta, la gente subía y subía, pese a que ya no había espacio, mientras la cobradora a viva voz gritaba que pasáramos al fondo, como si allí hubiera espacio. Incómoda por los apretujones, reclamaba que ya no hiciera subir más, que ya no había espacio y ésta me respondió enfurecida: ¡La gente quiere viajar también, si no le gusta que la toquen, entonces tome su taxi!
De la gente depende el cómo viajar, en bus, en combi o el que fuere. Si bien es cierto, las horas punta son el dolor de cabeza de todos los días, ello no es excusa para viajar en esas condiciones pagando 0.30, 0.40  ó 0.60 céntimos.
Tras el pliego de reclamos de los estudiantes universitarios por el incremento de los pasajes, el Gremio de Transportistas del Cusco, dispuso que el alza  de los pasajes se diera en las unidades vehiculares nuevas,  mientras que en las antiguas se mantendría el costo original.
La pregunta es ¿nosotros como público usuario debemos pagar la renovación de parque automotor, para que supuestamente nos brinden un servicio de mejor calidad?
De que mejor calidad se habla, si el maltrato sigue presente en estas unidades vehiculares de servicio público (apretujones, hurto de billeteras, celulares, etc., y encima las lisuras y malcriadeces de los choferes y de los que cobran el pasaje).
Esta triste realidad sólo cambiará cuando las autoridades tomen cartas en el asunto y cuando la gente se dé cuenta y tome conciencia que de ellos depende el cambio, de nosotros depende subir a un bus repleto o salir temprano de casa, pues no somos animalitos ni mucho menos sardinas enlatadas para viajar uno encima de otro, sin considerar las consecuencias, de un supuesto accidente, estoy segura que todos saldríamos con lesiones graves o muertos, atrapados entre los fierros retorcidos de estas unidades.