miércoles

Crónica - UN SÁBADO EN UN MUNDO DE SOLEDAD : ALMUDENA


Tú, campo santo, cual final destino allí la sombra brilla para todos; la cruel envidia ha conseguido amigos y el rencor con el odio, quedan solos. 

Es el testigo de los últimos dos siglos de la historia del Cusco. Cada pedacito de este cementerio, cada nicho y mausoleo, es una larga historia para contar sobre singulares personajes, así como hechos naturales y sobrenaturales que marcaron el acontecer de nuestra tierra. A diario, cientos de relatos rondan los pabellones que se alzan alrededor de los corredores de este cementerio. Éste se ha convertido en un lugar de eterno descanso de los difuntos.

En los rostros de los familiares se dibuja con claridad una piscina o el mar. El campo santo es lo más parecido a un barrio, cuando no a un parque de atracciones, especialmente en aquellos rincones donde el acento lo ponen las clases populares, cuyos efusivos rituales contrastan notablemente con la parquedad, la lágrima breve, la gafa oscura y el afán por deshacerse lo antes posible de sus muertos que caracterizan las clases más pudientes.

El dolor del adiós

Dos de la tarde. Se nubla la escenografía del lugar y un nuevo encuentro con la muerte me conmueve. El féretro sale de la capilla rumbo al descanso eterno, en hombros de familiares que, a simple vista, se diferencian entre ellos.

La primera imagen que tienen los dolientes al entrar a la ciudad de los muertos, es la de cientos de pequeños pajarillos que, revoloteando por el aire, hacen piruetas cual espectáculo aerodinámico. Estas aves son pequeñas, inquietas y parecen no cansarse de volar por un lado, luego están en otro.

Después de haber dado un largo recorrido al tratar de encontrar tu nombre entre las lápidas, descanso en un lugar. La sombra cubre tu noche, tu distancia recorrida. Reposo un rato de este andar en tu morada. Las palabras no vienen, se niegan a decirte algo. Tu tumba está ahí, tan sola como las demás. Tus retos contemplan laderas serpenteadas y acogen mi silencio, cosa extraña mirarme en tu nada. Me hubiera gustado dejar un hermoso ramo, pero no cabía en aquel estrecho nicho.

A lo lejos, puedo divisar una mujer de pequeña estatura. Tiene dificultades para colocar aquella simple muestra de su gran amor a la niña de sus ojos con la que vivió los mejores años de su vida.

De eso se dio cuenta apenas le asignaron la cuarta fila de nichos. Demasiada alta. ¡Cuánto la echa de menos! En fin, sólo quedan los recuerdos todavía frescos y la incógnita de una vida nueva sin su soporte. Después de quedarse sola, no sé cómo decirlo. Cuando uno pierde al cónyugue, uno queda viudo(a). Cuando uno pierde a una madre, queda huérfano; y cuando una madre pierde a una hija, ¿cómo explicar éste sentimiento? Ya pasaron 2 años y no ha dejado de acercarse ni un solo día por el cementerio. Ahora camina por la calle dedicada un santo, hasta enlazar con la calle más ancha, dedicada a otro santo. Quizá a otro santo más importante. Desde allí dirige sus pasos hacia la gran puerta de salida. Yo también salgo.

Por Jenny Chaskachay Santoyo Q.

4 comentarios:

  1. muy exelente el comentario del cementerio lo que falto decir resaltar la tumba de daniel estrada gran qosqoruna

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  2. Chaskita, está chvere la crónica, no te olvides de colgar las fotos de la Lindación de Picol!!!
    Saludos.
    Will

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  3. Hola Chaskita, esta bueno el artículo, no te olvides de colgar las fotos de la Lindación de Picol!!!
    Saludos.
    Will.

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  4. Chevere, espero que sigas escribiendo!!!

    SALUDOS

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