domingo

EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE

Por: Edson Quispe Paucar
Aprovecho la ocasión para contar lo que Pilar me dijo, y aunque Pilar suene a nombre de mujer, fue un varón quién me contó este cuento. El señor Pilar de quien sólo describo su apariencia: Es un hombre bajito, de unos 40 años, piel trigueña, nariz chata, ojos chicos y cabello cano. Él es pescador artesanal de la laguna que lleva el mismo nombre del distrito Pampamarca.  Está ubicado en la zona sur de la ciudad del Cusco a dos horas y media en auto. Tiene el clima seco característico de la zona andina, y aunque  esté soleando se siente el frío en los huesos, por el viento azotador que sale de entre la pampa, los árboles y la laguna. Tiene vegetación seca (forrajes) y marchita, a pesar de ello tiene un paisaje atractivo y simpático.
Sr. Pilar Sumaq.
Pilar me contó lo sucedido hace mucho tiempo, sobre los orígenes de Pampamarca. Cuando las aguas de la laguna eran claras y se podía ver el interior de la laguna (las aguas aun son claras, pero él se refería a que se podía ver el interior de ella). Vivían tres familias más o menos,  distanciadas unas de otras tan lejos como se podría imaginar, como era costumbre y es bien sabido  se dedicaban a la agricultura y ganadería como actividad primaria, y a la pesca para variar la dieta alimenticia. Una familia joven aún sin hijos tenía una vaca a la cual la habían criado desde chica, ésta era de color blanco y naranja, vivía como una hija y nunca había tenido rose con otros de su especie. Un día la pareja cosechaba papa en una chacra a orillas de la laguna, la vaca que siempre iba con ellos a todas partes se quedó pastando a orillas de la laguna. Ese día soleaba como nunca, el clima estaba hermoso.
Después de unos meses la pareja se dió cuenta que su vaca estaba preñada, pero ella nunca había tenido encuentro con otro de su especie. Será  del toro negro de pampamarca!  – decía el joven. – ¡Cómo! ¿Sigues creyendo en esas tonterías? ¡No hay ningún toro negro en esas aguas! –  decía la joven.  –esos son cuentos de viejos, solo tayta contaba esas cosas!... así se pasaban los días, tratando de entender cómo es que su vaca estaba preñada , hasta que parió. Parió un becerro de piel dorada, robusto, tierno y con un semblante envidiable entre los suyos. Los jóvenes que ya no eran jóvenes lo querían como a un hijo. Los esposos lo mimaban tanto que hasta comían del mismo plato, nunca lo hacían de lado ni aún en las mejores visitas. Así el becerro se convirtió en un torito hermoso de piel brillante, de ojos negros y profundos, de una contextura bien definida; como decía Pilar Sumaq (termino quechua que significa rico, hermoso, bello. Según su uso).
 Un día de regreso a su casa, luego de una jornada de trabajo el esposo  regresaba silbando y cantando feliz de la vida, ¡fiuuuu..! ¡fiuuuu..! ¡fiuuuu..!  Silbaba, hasta llegar a su casa. Llegó el hombre contento y su esposa ya tenía la comida lista – ¡Un ratito!—le decía –aurita te sirvo— . La esposa se dio cuenta que faltaba alguien ¡Y el torito!  Grito, el marido ensimismado miraba para sus costados. —¡Se quedó en la laguna!  Dijo al fin, y se dirigió de regreso con tremenda rapidez. Estando a medio camino vio que el torito regresaba, no parecía el mismo, era otro. Su mirada ya no era la desafiante y alegre que siempre mostraba, algo había ocurrido. – ¿Dónde estabas? Pregunto el hombre – ¡Hay para que me habrás llevado!—Decía el pobre torito – me he encontrado con mi jefe y quiere llevarme. – ¿Tu jefe?  Preguntó el hombre. ¡Sí!  Él es fuerte y dudo que pueda ganarle, lo he encontrado al caminar por la laguna. – Me ha visto hermoso y quiere desafiarme. —Así llegaron los dos conversando y lamentándose  de lo sucedido, cuando le contaron a la esposa, ésta se puso a llorar tanto que podría haber formado un riachuelo con su llanto.
--Tengo  que salir mañana por la mañana, sólo, pues él me estará esperando. – ¡Yo te voy a acompañar, pelearemos los dos y no nos podrá ganar! – Decía el hombre enérgicamente como quien encuentra la solución perfecta. – Si voy contigo solo serias un estorbo, si voy sólo puedo tener la posibilidad de regresar. Así esa noche fue la más larga y triste de los esposos, el corazón se les agrietaba con cada pensamiento y el alma se les perdía en los recuerdos.
Llego el día y el torito salió mugiendo y seguro de sí, confiado en poder librase de los cuernos de su jefe; llegó con el sol poniéndose a las orillas de la laguna y comenzó a mugir. Las aguas de la laguna comenzaron a agitarse y apareció el toro negro, negrísimo, imponente como la laguna, dando mugidos que se escuchaban a kilómetros.  El hombre que estaba en una lomada observaba la pelea de su torito contra ese toro negrísimo. Su corazón se exaltaba cuando su torito parecía ganar y se le salía del pecho con cada arremetida del toro. Ya casi al final del día el torito sucumbió y fue arrastrado a las profundidades de la laguna de Pampamarca entre el chapotear y mugir de ambos. Según Pilar por esa razón ya no se puede ver el fondo de la laguna, ha sido ensuciada y enlodada  por tan dura pelea. Los esposos aún con la esperanza de tener otro becerro de piel dorada criaron con esmero a la vieja vaca, pero esta murió sin dar ni un crio más. Pilar piensa que en el fondo de la laguna de Pampamarca los dos toros aún siguen peleando y espera que un día el torito de la piel brillante triunfe, pues es más joven y con el tiempo se hace más fuerte, mientras el otro simplemente envejece.

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