LA OTRA CARA DE LA BELLEZA

Por: Kenia Santos Pilares

Recorrer las noches en nuestra ciudad imperial, es hermoso. La ciudad deslumbrada por su encanto y color, muestra una agitada e inquieta vida nocturna. La ciudad en ella baila, divierte, brinda, enamora entre el frio y las sombras de la oscuridad junto con el titilar de las luces de las discotecas, bares y pubs, que le dan un toque de luminosidad de mil colores.

Son noches apuradas por las manecillas del reloj, el tiempo va en tu contra; la tranquilidad ya no es lo mismo y es hora que la diversión termine, porque de pronto, toda esa beldad tendrá otra mirada,  pues la oscuridad mostrara parte del abanico de delitos que día a día ocurren en ella. Aquella delincuencia que está al acecho y se apodera de nuestra ciudad.

Es normal que al despedirnos, nos digamos “cuídate”, pues nadie está libre de ser víctima de asaltos, robos; así como presenciar  un panorama de adolescentes  y jóvenes que están en esquinas consumiendo alcohol y en otros casos drogas, todo esto genera un miedo constante entre nosotros.

Personas del mal vivir, que esperan las noches de nuestra ciudad para convertir lo bello en algo oscuro y tenebroso, es la inseguridad que brota día a día causando dolor a su paso, esa inseguridad que necesita de medicamentos y dosis eficientes que vayan más allá de una simple curita o de alguna pastilla para evadirnos del sufrimiento una vez que nos llega.

La falta de seguridad golpea en las calles y nadie hace nada para evitarlo, tenemos cámaras que no funcionan, policías que duermen en su actividad, autoridades sentadas en su banquillo siendo indiferentes, son fuerzas de seguridad que se ven sobrepasadas o burladas. Por lo que uno se convierte en vigilante y dueño de su propia vida.