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SOBRE LA MUERTE


Por: Franklin Sánchez Mansilla.


La muerte como temática nos envuelve en un halo de misterio, de ella han tratado filósofos, poetas, músicos, pintores y gente común, siempre hay temor, porque es una dimensión desconocida, sus victimas tienen la piel fría, en algunos casos los ojos abiertos como carnero degollado, una risa irónica dibujada en sus labios, pero nadie muere como si no le importara nada. Cuentan del tatarabuelo, era una persona orgullosa, que tenía una pequeña hacienda en Paruro, era culpable de haber expandido el apellido Villacorta por toda una comunidad, cuando este Don Juan provinciano entró a la tercera edad, vendió algunos toros y adquirió un ataúd bien tallado que guardaba en una tarima, aquella actitud era una forma de retar a la muerte y ahorrar disputas a sus hijos a la hora de correr con los gastos del sepelio.

En el sur andino, la muerte se expresa como una continuidad de la vida, referente al tema, el respetable profesor de la Facultad de Comunicación Social e Idiomas, Efraín Cáceres Chalco, tiene un trabajo interesante que realizó en el distrito de Combapata, provincia Canchis, alimentada con testimonios míticos de otras zonas de la serranía, por ejemplo aborda las señas que anuncian la muerte, como el búho, pájaro mal agüero que canta en la mañana en el tejado de tu casa, el olor fétido del zorrino que anuncia la presencia de la muerte o del alma, el atawi que es un ataúd andante, que sale de noche, es la muerte personificada que embroca y mata a su victimas, los gatos que a media noche cargan a otro y lloran como si fueran niños. En la selva se escucha el fino silbido del Tunchi (pájaro mal agüero), que anuncia la presencia de la muerte, tus cabellos se erizan y sientes un escalofrío que te recorre el cuerpo, todas estas señas en que cree la gente anuncian tu deceso, o la de un familiar cercano.

Pero en la realidad, la muerte siempre es cruel con los que menos tienen, con los niños que mueren con las tripas regurgitando de hambre, con el anciano que convalece postrado en una cama, con el poeta que murió en Madrid con aguacero, etc. pero hay muertos que no se van de esta vida, son seres que están prendidos en tu memoria, puede ser una mascota a quien querías, un pariente en quien confiabas, lo recuerdas mientras te cepillas los dientes en la mañana o cuando rememoras un episodio feliz en tu vida, allí están vivos, tu perro haciendo cabriolas en el bosque o corriendo a tu encuentro cuando llegas del colegio, son los muertos imprescindibles, los muertos entrañables.


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