lunes

LA DANZA DE TODAS LAS RAZAS


Debajo del puente donde están apiladas las almas sin voz, sin sonrisas y entre la oscuridad, existe también la esperanza e ilusión de la aceptación. En esa oscuridad del puente habitan las familias que son llamadas pobres, los llamados “cholos”, “indios”, “negros”, etc. calificativos tristemente populares que muestran con claridad prácticas de racismo y discriminación en nuestro contexto social. La discriminación es un mundo interno lleno de abismos y demonios que nublan los ojos y la mente de las personas.
Nuestra sociedad mantiene un cambio desequilibrado, una adopción de culturas que generan diferencias raciales que afectan al país y que con el tiempo, afectará directamente a la población nativa rechazando sus costumbres y tradiciones hasta desaparecerlas.
El escritor cusqueño, Luis Nieto Degregori, acerca del racismo y discriminación menciona: “Son el freno más importante para que el Perú como nación encuentre el camino hacia el desarrollo”.
En este contexto, la educación cumple un papel importante en la lucha contra la exclusión social y discriminación, ese servicio, año tras año funciona en condiciones deplorables para la población discriminada, esto permite mantener vigente el mito de inferioridad biológica y decir: son brutos, ignorantes, ociosos, etc.
Desechemos las creencias prejuiciosas, olvidemos que en nuestro país la palabra “cholo”, “indio” o “mestizo” designa otro tipo de cultura. Imaginemos por un momento ser “Roberto López”, aquel niño que en la obra de Julio Ramón Ribeyro: “Alienación”, es discriminado por la niña más linda del barrio, cuando le dice: “yo no juego con zambos”, pongámonos en la piel y alma del indígena cuando lo insultan por su color o su forma de vestir, imaginemos ser fotografías sin color, tiradas y escupidas en medio de una calle solitaria. ¿Cuándo cesará la práctica del racismo? Nuestro país mantiene la esperanza de ver algún día un “Perú sin discriminación”, es decir eliminado de raíz, sacada de una chacra llena de espinas donde nuestros hijos podrán alegremente sembrar sus frutos, donde todos seamos estrellas y brillemos con la misma fuerza e intensidad.
Pronto el sol volverá a nacer, y se elevará al mismo ritmo de la mano con la gente que está debajo del puente, ellos gozarán sin máscaras y bailarán  cantando huaynos, comiendo mote y bebiendo chichita de jora.
Juan Pablo Zúñiga Moriano

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