Pese a la globalización de la que somos participes y a las innumerables campañas en busca de la igualdad y el respeto; nuestra sociedad se ve inmersa en prácticas cotidianas y generalizadas como la discriminación.
Este flagelo se manifestó desde el inicio de nuestra existencia, cuando el ser humano empezó a establecer diferencias entre uno y otro con la intención de marcar superioridad y sujeción; tal como se hizo evidente en la época colonial.
Sin embargo, se creyó que con el transcurrir de los años, las personas entenderíamos que resulta simplemente tonto convivir con la idea de excluir y aislar a las personas por la diferencia de ideologías, credos, costumbres o incluso el juzgar a aquellas personas que tienen una apariencia física distinta, ignorando que vivimos en una sociedad y un país multicultural.
La discriminación en nuestro país, se manifiesta en los diferentes ámbitos y a diario somos testigos de ella. Hechos como el que presenciamos algunos días atrás por lo sucedido en el Larcomar donde un joven cusqueño fue discriminado por su apariencia y atuendo, casosncomo este simplemente generan indignación, no es posible que a estas alturas vivamos con mente retrograda , limitándonos a establecer leyes que quedan escritas en una papel y que en la práctica son simplemente olvidadas.
La Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana de Derechos Humanos y demás foros internacionales establecen como primacía el derecho a no ser discriminado en todas sus vertientes; y en nuestro país el inciso 2 del artículo 2 prohíbe toda forma de discriminación por razones de origen, raza, sexo, idioma, religión, idioma, y condición económica.; al mismo tiempo la Ley Nº 27270, ley contra actos de Discriminación, sancionando dos modalidades de conducta como
son: el discriminar a una o más personas o grupo de personas; así como, el de incitar o promover en forma pública actos discriminatorios .
Observando nuestro alrededor nos encontramos con situaciones irónicas en las que una persona con rasgos andinos se jacta y burla de otro con los mismos rasgos; encontramos a quienes las posesiones y los prejuicios los hacen mirar al resto de las personas por debajo de los hombros, hay para quienes el estar en otras realidades los hace olvidar sus raíces, otros que por la apariencia física o la marca de ropa consideran su superioridad, hay quienes un grado o título superior simplemente los endiosa; en fin la discriminación se hace presente en diversas áreas.
Frente a esta situación, que tiende a retrasar el progreso de nuestro país y de nuestro crecimiento personal, queda en nosotros dejar atrás ideologías que solo lastiman y ser más empáticos, pensando en lo importante de aceptar y respetar nuestras diferencias lo cual es incuestionable, ninguna persona es idéntica a otra, pero no podemos establecer diferencias porque todos somos seres humanos que poseemos los mismos derechos y obligaciones, por ende todos merecemos respeto.
Nahary Sofía Cáceres Estrada
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