Un programa que le hace el pare a las heladas y beneficia a los pobladores de comunidades altoandinas
Por: Fabricio Benavente Paiva
Chillihua es una pequeña comunidad de Sicuani a cuatro horas de nuestra ciudad del cusco, ubicada a la inclemente altura de 4.500 metros. De inmensos campos y salteadas por unos cuantos puquios y habitada por solo veintidós familias, las alpacas, además de algunas pocas ovejas, vacas y gallinas son prácticamente el único capital de sus habitantes. La ganadería y la venta de lana, desterrada de la posibilidad de hacer agricultura a semejante altura, son la única fuente de alimento y abrigo de los chullihuanos. Para llevarse a la boca otra cosa que no sean la carne, la leche o el queso que ellos mismos producen, hay que esperar dos semanas para bajar en grupo a la ciudad de Sicuani(a dos horas de camino) y volver con cargamento de papas, tallarines y aceite y todo lo demás que haga falta.
Este perfil de vida así de riguroso, se repite en otras tantas comunidades y asociaciones campesinas alpaqueras de nuestra región del Cusco junto con Puno que, reunidas, significan aproximadamente el 68 % de la producción de alpacas a nivel mundial.
Ahora que la fibra de ciertas especies de camélidos andinos, entre estos las alpacas y las vicuñas, están muy valoradas internacionalmente para la confección de ropa de abrigo, el principal enemigo de la crianza tradicional de estos animales es la diferencia de precios que existe según las calidades de lana. Por eso, ITDG soluciones prácticas, una ONG orientada a ayudar comunidades de zonas rurales a mejorar sus propias actividades, ingresó hace cuatro años a trabajar en 31 comunidades y asociaciones cusqueñas, y además de otras tantas puneñas que viven casi exclusivamente de la venta de fibra y carne de alpaca, la idea es instruir a sus pobladores e implementar mejoras que no impliquen un cambio radical respecto a la forma en que ya criaban a sus alpacas. Y sí, están logrando que obtengan más ingresos gracias a la mejora de la calidad de lana que producen ahora sus animales.
Hasta hace cuatro años, cientos de criadores alto andinos tenían un negocio precario, con pocas posibilidades de mejorar, los camiones que pasaban por sus comunidades cada año para comprarles lana pagaban casi siempre lo mismo, alrededor de cinco o seis soles por libra.
Pero también recibían siempre la misma calidad: lana entreverada, difícil de peinar, sin haber sido clasificada, lana de todos los colores; blanca negra marrón, moteada todo iba en un solo costal, haciendo que lo esquilado solo se pudiera usar para hacer abrigos de bajo precio, ya que la lana buena no se podía separar y los diferentes colores que enviaban entreverados obligaban al comprador a gastar en tintes y productos para blanquear la fibra.
“Antes teníamos mas alpacas pero no nos servía de mucho porque la lana era de baja calidad”, cuenta Rosa Isabel Supo Ccallo, una de las mujeres de la Asociación los Andes de Vilcanota, cercana a Chillihua y que tiene el título de camayoq por haber aprendido técnicas orientadas a optimizar la crianza de alpaca para la venta de su lana “Pensábamos que tener más alpacas era mejor, pero ahora que solo nos hemos quedado con las más bonitas estamos ahorrando bastante paja” agrega contenta.
Es que si bien los campos son extensos, ella y otros pobladores de la zona tenían problemas para pastar a sus animales. El clima ha cambiado. Hay menos agua y hace más frio que hace algunas décadas, limitando el crecimiento de los pastizales. Ahora cada comunidad separa algunos pequeños terrenos y las cercan para asegurarse al menos ciertos espacios con pasto de reserva por si la grama del resto del campo demora mucho en crecer. Así evitan que sus alpacas se queden sin reservas de comida.
En condiciones tan extremas de Clima con granizos asegurados y vientos que agudizan el frio, tan fuerte, que resulta difícil caminar contra la corriente y pueden hacer volar con facilidad pesadas laminas de fierro, un techo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, si bien las alpacas vienen con abrigo natural, cada año las nuevas crías, con la lana aun muy corta eran las primeras en enfermarse y morir por la dureza del invierno. Pero a punta de adobes hechos a mano y calaminas provistas por la ONG ITDG, los pobladores han armado cobertizos en sus comunidades que usan para hacer dormir a las alpacas más pequeñas o débiles, con lo que han logrado reducir drásticamente las muertes por frio de sus animales.
Ahora los pobladores de Chillihua saben distinguir diferentes síntomas en los órganos de las alpacas: la neumonía ya no es lo mismo que la entero toxemia, y la conjuntivitis no tiene porque agravarse más de la cuenta, ya que han aprendido a tratarlas. Las vacunas al nacer son parte de la nueva forma de crianza de las alpacas, y macerados tradicionales con tarwi, sasawi paico y otras hierbas que se pueden conseguir en la zona, se están utilizando con éxito para curar a los animales enfermos.
Manuel Mendoza López dueño de 250 alpacas entre hembras y machos , cuenta que gracias al uso conjunto de vacunas, medicinas tradicionales y cobertizos , ahora se le mueren cinco o seis crías por temporada , ya no veinte o más como sucedía en sus peores años.
Antes, en la crianza tradicional, el cruce de alpacas de todos los colores, de una del tipo suri con una de tipo huacaya e incluso la aparición de crías de alpaca con alguna llama desubicada no despertaban preocupaciones mayores en las comunidades. Ahora, las llamas de menor linaje genético son destinadas específicamente al rubro alimentación, los cruces se controlan y se incorporan decenas de ejemplares con “pedigrí” a las comunidades para ser transferidas cada año a un pastor diferente, con lo que se ha logrado que las alpacas de estas comunidades tengan una mejor fibra.
Pero todas estas mejoras se perderían si los esquiladores de alpacas siguieran entregando toda la lana entreverada. Por ello se han creado espacios específicos en cada comunidad para la esquila, pisos de cemento que ayudan a que la lana se entregue sin paja y enrollado en forma de tambor, de modo que cuando este llegue a su comprador, le sea más fácil trabajar con el manto de lana. Aparte, la lana del lomo y los flancos de la alpaca, las partes con fibra más fina del animal, ya no se mesclan con la lana gruesa de las patas y la cabeza. El resultado: ahora reciben hasta ocho soles por cada libra de lana de alta calidad y el pago de cinco y seis soles que antes recibían por su lana en general está reservado para las bragas, es decir, la lana gruesa y poco valorado que crece en la cabeza, las patas y el pecho de las alpacas, utilizada para rellenar peluches y edredones.
Conforme pasen los años, con las buenas crías de los ejemplares machos donados por la ONG Soluciones Prácticas, las comunidades comprendidas en el proyecto serán autosuficientes en la crianza tecnificada de alpacas y su éxito dependerá de su propio empuje para seguir aplicando lo aprendido. Y de allí, a volar solos.
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